Por: Luis Alfaro Vega

TEXTOS DE MIGUEL HERNÁNDEZ

Ventana a la propuesta pictórica de Miguel Hernández Bastos.

Los signos de una obra de arte se exteriorizan evocando afanes y nexos que guarda la memoria individual, en irradiación de múltiples reminiscencias de connotación personalísima, vigores y arrebatos que le dan cuerpo y razón de ser a la faena creadora. Miguel Hernández no evade el vínculo, es tácita su confesión: ...entre los paisajes circundantes de Santa Bárbara de Heredia, surgió una natural relación con aquellos parajes, con toda su fuerza y vida, que permanecen hasta el presente. Esta experiencia se convierte en un disfrute espiritual...

La pintura, como las otras expresiones artísticas, es una formalización de la propia experiencia, surge desde la usanza vital de los elementos del entorno, raíces esenciales que marcan al individuo, tensiones y disciplinas medio ambientales que se incorporan al flujo de la sangre, y que, en su cadencia y despliegue, son el íntimo exilio y arraigo de los artistas.

Acaece en esta serie de obras, como gozo estructural del paisaje, una irresistible violencia emotiva, expresada con vivos colores que ponen al desnudo formas de entrañable tópico rural, perspectivas donde advienen ámbitos de un sosiego significativo, que nos invitan, como anhelo existencial, a querer formar parte indubitable de esas afiliaciones de contorno y eco campesino, donde se exalta una relación armoniosa hombre-naturaleza.

En esta serie de pinturas resueltas en tiza pastel, Miguel Hernández nos conduce a soliviantados paisajes en los que utiliza la frontera de lo inmediato humano: callejuelas, cercas, potreros, viviendas, sembradíos. ¡Pero en ninguno caso, la efigie de un ser humano! Este dato no es una contraseña menor, se instaura como postura fenoménica de la íntima sensibilidad del autor.

Con los elementos dados por el artista, los observadores, haciendo uso de la imaginación, tenemos licencia para colocar a los seres humanos en cualquier ámbito del cuadro: dentro de una morada, o en gestión fisiológica al lado del camino, amainados o eufóricos detrás de los árboles, pero nunca, porque así lo ha querido Miguel Hernández, en combinación explícita con la querencia del paisaje.

Como creador, el pintor propende a recuperar y mantener firmemente una señal que ofrezca evidencia fidedigna de su estado anímico, de sus inclinaciones estéticas, incluso morales de su espíritu. Estas obras, resueltas con inventiva y sin remilgos en la colocación de un amplio abanico de colores, especialmente eléctricas tonalidades de verdes, azules y morados, se instauran como evidencia palmaria de una confesión de plácemes con la naturaleza: el fulgor audaz del ejido, la inquietante luminosidad del horizonte marino, el intríngulis salvaje de una raíz expuesta al éter, el aire suave y multicolor ondulando entre la rigidez de la enramada, ocultas aves cantando entre la dominante, fructífera luminosidad. Lo que a la luz del sol hemos acumulado como experiencia de vida, es el estandarte y la pasión que nos confirma, la tentación y el vértigo que nos va guiando en el sendero de la existencia. Miguel Hernández Bastos ha querido recuperar una parcela especialmente fértil de su savia, aquella en que devino connaturalizado con los brotes fundadores, regiones medulares del maremágnum campesino. same idea is found in Leonardo da Vinci's Treatise of Painting, suggesting the power of "confusing forms" to elevate the spirit to new inventions. This was in fact the concept used by Miguel Hernández to come up with Cambio y Permanencia.

¡Celebremos esta visión cardinal del ámbito rural costarricense, violenta, a la vez que sensitiva, multicolor enseña de vida!